lunes, 25 de abril de 2011


CEBOLLAS RELLENAS

      Cebolla perla


3 cebollas perlas grandes
2 huevos
1 cucharada de mantequilla
1 taza de queso fresco rallado
perejil picado
1 taza de jamón picado en cubitos
sal
pimienta
nuez moscada

Cortar la raíz de las cebollas y partirlas a lo largo (para sacar capas) sin traspasarlas.
Ponerlas en agua fría al fuego y al empezar a hervir  dejar unos 10 minutos.
Cuando se enfríen, separar las capas de las cebolla, procurando que no se rompan.
Mezclar los huevos con la mantequilla, la mitad del queso rallado, jamón cortado en 
cubitos,  perejil, condimentar  con sal y pimienta y una pizca de nuez moscada.
Rellenar una por una - envolviendo el relleno -  e irlas colocando en un recipiente.

Bañarlas con el resto del queso rallado y llevarlas al horno unos 15 minutos.



            
El mito de la cebolla

Una vieja historia arabe narra la historia del origen las cebollas:

Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase
de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado. Por eso
daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel
verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día
empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color
diferente: rojo, amarillo, naranja, morado...

El caso es que los colores erais irisados, deslumbradores, centelleantes,
como el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo. Después de
sesudas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor,
resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón (porque también
las cebollas tienen su propio corazón), un piedra preciosa. Esta tenía un
topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapizlázuli, de las más allá una
esmeralda ... ¡Una verdadera maravilla!

Pero por una incomprensible razón razón se empezó a decir que aquello era
peligroso, intolerante, inadecuado y hasta vergonzoso. Total, que las
bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e
íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular
cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de
lo más vulgar.

Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto
y sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a
preguntarlas una por una

- ¿Por qué no eres como eres por dentro?

Y ellas le iban respondiendo:

-Me obligaron a ser así...

-Me fueron poniendo capas... incluso yo me puse algunas para que no me
dijeran....

Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de por qué se
pusieron las primeras capas. Y al final el sabio se echó a llorar. Y cuando
la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de
personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una
cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo.


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